Se ha difundido que Feng Tang dijo una vez algo muy profundo:
“La genética de los pobres, les gusta cuidar y ayudar a los demás; los ricos, cuando encuentran a alguien que no puede, no se complican, evitan gastar energía. Los pobres, son cautelosos y generosos; los ricos, son generosos y algo tacaños.” Al leerlo por primera vez, parece realista; pensándolo bien, es toda una verdad. Detrás de esto, no está la brecha entre ricos y pobres, sino la sabiduría en la gestión de la energía. [Brisa suave] Pensamiento de los pobres: valoran las relaciones, pero consumen mucho. Por haber experimentado la escasez, pueden empatizar más con las dificultades de los demás. Esa “cautela y generosidad” detrás es bondad, consideración, pero también suele acompañarse de auto consumo. Temen que los otros se molesten, que la relación se fracture, y por eso siguen dando, incluso si eso los hace sentir mal. La energía, así, poco a poco, se va drenando en un pozo sin fondo. [Brisa suave] Pensamiento de los ricos: valoran la eficiencia, por eso conservan. Su “generosidad y algo tacaños” no es avaricia, sino claridad. El tiempo, la energía, las emociones son recursos de primera categoría, que deben invertirse en lugares que generen valor. Cuando enfrentan personas o situaciones que consumen mucho, los identifican rápidamente y se alejan con decisión. Esto no es indiferencia, sino un control preciso de su cuenta de energía. [Brisa suave] Dos tipos de pensamiento, conducen a dos estados de vida: Uno en el remolino de las “relaciones humanas”, consumiéndose continuamente, cansado y resentido. Otro en la vía del “valor”, que se incrementa constantemente, con determinación y serenidad. Quizá no podamos tener de inmediato la riqueza de los ricos, pero sí aprender cuanto antes a ser “tacaños” con nuestra energía. La verdadera madurez consiste en comenzar a establecer nuestros límites de energía: Usar esa “cautela” para proteger nuestros sentimientos internos. Usar esa “generosidad y algo tacaños”,
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Se ha difundido que Feng Tang dijo una vez algo muy profundo:
“La genética de los pobres, les gusta cuidar y ayudar a los demás;
los ricos, cuando encuentran a alguien que no puede, no se complican, evitan gastar energía.
Los pobres, son cautelosos y generosos;
los ricos, son generosos y algo tacaños.”
Al leerlo por primera vez, parece realista; pensándolo bien, es toda una verdad.
Detrás de esto, no está la brecha entre ricos y pobres, sino la sabiduría en la gestión de la energía.
[Brisa suave] Pensamiento de los pobres: valoran las relaciones, pero consumen mucho.
Por haber experimentado la escasez, pueden empatizar más con las dificultades de los demás. Esa “cautela y generosidad” detrás es bondad, consideración, pero también suele acompañarse de auto consumo. Temen que los otros se molesten, que la relación se fracture, y por eso siguen dando, incluso si eso los hace sentir mal. La energía, así, poco a poco, se va drenando en un pozo sin fondo.
[Brisa suave] Pensamiento de los ricos: valoran la eficiencia, por eso conservan.
Su “generosidad y algo tacaños” no es avaricia, sino claridad. El tiempo, la energía, las emociones son recursos de primera categoría, que deben invertirse en lugares que generen valor. Cuando enfrentan personas o situaciones que consumen mucho, los identifican rápidamente y se alejan con decisión. Esto no es indiferencia, sino un control preciso de su cuenta de energía.
[Brisa suave] Dos tipos de pensamiento, conducen a dos estados de vida:
Uno en el remolino de las “relaciones humanas”, consumiéndose continuamente, cansado y resentido.
Otro en la vía del “valor”, que se incrementa constantemente, con determinación y serenidad.
Quizá no podamos tener de inmediato la riqueza de los ricos, pero sí aprender cuanto antes a ser “tacaños” con nuestra energía.
La verdadera madurez consiste en comenzar a establecer nuestros límites de energía:
Usar esa “cautela” para proteger nuestros sentimientos internos.
Usar esa “generosidad y algo tacaños”,