En la historia, pocos traders han sido como Leonardo, capaz de dominar los mercados financieros y, al mismo tiempo, fracasar en las decisiones de su vida personal. Su historia es un clásico para Buffett, Soros y otros magnates de la inversión; sus reglas de trading aún son estudiadas por equipos de trading cuantitativo. Pero al final, este oso de Wall Street terminó su vida en el armario de un hotel. No solo es una tragedia personal, sino una parábola sobre cómo la humanidad y los deseos pueden devorar a un talento.
La fuga de la granja: 14 años y 180 dólares en el bolsillo
Nacido en 1877, Leonardo pasó su infancia en una granja pobre en Massachusetts. A los 3 años ya sabía leer, a los 5 leía la sección financiera; estas señales indicaban que no era un simple campesino. Pero la actitud rígida de su padre complicó todo: insistía en que el niño heredara la granja.
El secreto de su madre cambió todo. Reunió 5 dólares (equivalente a unos dólares actuales) y en la primavera de 1891 ayudó a su hijo, con solo 14 años, a escapar de la granja, viajando en tren a Boston. No fue una huida ciega, sino una apuesta de su madre por su talento.
Al llegar a la bulliciosa ciudad, Leonardo no siguió el plan de su madre de acudir a parientes, sino que se quedó fascinado con una serie de números frente a la oficina de Paine Webber. Con una apariencia algo madura, consiguió un trabajo como anotador en la pizarra de cotizaciones. Desde ese puesto, se sentó la primera piedra de un imperio de trading.
De anotador a trader: los secretos tras los números
El trabajo en Paine Webber parecía simple, pero fue su despertar. Su talento matemático le permitió descubrir patrones en los números:
El precio de las acciones de la Unión del Pacífico siempre mostraba movimientos similares en ciertos momentos, como si fueran impulsados por “mareas invisibles”; las correcciones de las acciones solían ser 3/8 del movimiento previo hacia arriba, un patrón recurrente; las órdenes de compra grandes siempre estaban respaldadas por niveles psicológicos específicos.
Estas observaciones sentaron las bases del análisis técnico moderno. A los 16 años, Leonardo decidió dejar Paine Webber y entrar en un mercado de contratos de diferencia (una forma temprana de derivados). Con 5 dólares, su primera operación le reportó 3.12 dólares de ganancia. Poco después, con solo 20 años, ganó 10,000 dólares en un mercado de apuestas en Boston (equivalente a unos @E5@ dólares actuales), ganándose una fama que le llevó a ser bloqueado por la unión de casas de apuestas locales.
Era como un joven prodigio que ganaba demasiado en un casino y, finalmente, fue prohibido: Leonardo se convirtió en uno de los primeros “traders no bienvenidos” de Wall Street.
Fracaso en Nueva York: joyas de la esposa y bancarrota
En 1899, con 23 años, Leonardo se mudó a Nueva York, un escenario aún mayor. Allí conoció y se casó con Nattie Jordan, una joven india. Pero la complejidad del centro financiero superaba a Boston. Dependiendo de datos automáticos de mercado, sin notar que estos estaban retrasados en 30-40 minutos respecto a las cotizaciones en tiempo real, cometió un error fatal.
Menos de un año después, sufrió su primera bancarrota. Para recuperarse, pidió a su esposa que pignorara las joyas que le había comprado. Ella se negó, y su matrimonio empezó a deteriorarse en los siguientes siete años. No fue solo una crisis económica, sino la primera gran derrota de un genio en la realidad.
Terremoto y venta en corto: un cambio en Wall Street
Tras años de estabilidad, en 1906 Leonardo acumuló 100,000 dólares. Pero empezó a cuestionar su conservadurismo. Durante unas vacaciones en Palm Beach, un evento histórico cambió su rumbo.
El 18 de abril de 1906, un terremoto de magnitud 7.9 sacudió San Francisco, seguido de un gran incendio. La Union Pacific, principal transporte del oeste, enfrentaba pérdidas enormes. El mercado esperaba que las acciones subieran por la reconstrucción, pero Leonardo vio lo contrario:
El terremoto redujo drásticamente el volumen de carga de la línea; las aseguradoras tendrían que pagar, vendiendo acciones; los informes financieros serían muy por debajo de las expectativas.
No empezó a vender en corto de inmediato. Esperó a que el precio alcanzara niveles técnicos clave, y luego, mediante varias corredurías, fue formando posiciones cortas en fases, usando apalancamiento moderado y controlando estrictamente cada operación. El proceso se dividió en tres etapas:
De abril a mayo, compró en torno a 160 dólares; en junio, tras publicar resultados negativos, rompió el soporte de 150 y aumentó su posición; en julio, cuando el pánico se extendió y el precio cayó cerca de 90 dólares, cerró con ganancias de más de @E5@ millones, equivalente a unos millones actuales.
Esta operación reflejó la filosofía central de Leonardo: combinar análisis fundamental con señales técnicas, aprovechar la información, gestionar riesgos con paciencia y actuar con decisión.
La crisis de 1907: la legendaria batalla de 3 millones de dólares
En otoño de 1907, Leonardo descubrió que Trust de Nueva York usaba apalancamiento para invertir en bonos basura, y que la tasa interbancaria subía del 6% al 100%, señal de una crisis de liquidez. Se disfrazó de cliente para investigar y confirmó que varias trust tenían pésima calidad de activos.
En octubre, vendió en corto en varias corredurías acciones clave como Union Pacific y US Steel. Tras cuestionar públicamente la solvencia de Nickeburg Trust el día 14, en tres días esa trust quebró, extendiendo el pánico.
El 22, antes del cierre, vendió en masa, usando la “técnica de pirámide” (seguir agregando en ganancias), activando stops automáticos. El 24, el presidente de la NYSE le suplicó que parara, advirtiendo que el mercado colapsaría. El Dow cayó un 8%, y J.P. Morgan intervino de emergencia.
Justo una hora antes de que Morgan inyectara capital, Leonardo liquidó el 70% de sus cortos, y a fin de mes, quedó completamente en cero. Ganó 3 millones de dólares, unos @E5@ millones actuales. En una semana, pasó de ser un trader conocido a una leyenda.
Su respuesta fue fría y sarcástica: “El mercado necesita una limpieza a fondo.”
La estafa del algodón: la autoinfligida penitencia del genio
Pero incluso los genios pueden ser cegados por sus deseos. En los años 1910, Leonardo conoció a Teddy Price, un experto en algodón. Este, aparentemente optimista con el algodón, en secreto apostaba en contra con los productores. Aprovechó la necesidad de Leonardo de “demostrar su capacidad de arbitraje entre mercados”, alimentando la idea de “escasez de oferta”.
Aunque Leonardo descubrió que la realidad era opuesta a los datos, creyó en su amigo y mantuvo una posición larga de 300 millones de libras de futuros de algodón, mucho más allá de lo prudente. Al final, perdió 3 millones de dólares, borrando toda la ganancia de 1907 en corto. La derrota le obligó a cerrar otras posiciones, y en 1915-1916 quebró en varias ocasiones.
Violó sus propias tres leyes de oro: no confiar en consejos ajenos, no cubrir pérdidas, y no dejar que la narrativa supere a las señales de precio. Más que ser engañado, fue una autoinfligida penitencia — o, en términos de juego, un “all-in” que salió mal.
Renacer de las cenizas: de 5,000 a 3 millones
Tras la derrota en el algodón, Leonardo solicitó protección por bancarrota, conservando solo 5,000 dólares para vivir. Con un crédito secreto de su antiguo rival Daniel Williamson, empezó a operar, pero con la condición de que todas las operaciones las realizara él mismo, lo que en realidad era un control, y le obligó a establecer disciplina en sus operaciones. Se vio forzado a usar un apalancamiento de 1:5 (antes usaba 1:20), limitando cada posición al 10% del capital total.
Estas restricciones, en realidad, lo salvaron.
Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, aumentaron los pedidos militares en EE.UU. La información no publicada de Bethlehem Steel se filtró, y el volumen subió mucho sin que el precio se moviera, señal de acumulación. Partiendo de 5,000 dólares en julio de 1915, compró con un 5% de su capital a unos 50 dólares. En agosto, al superar los 60, aumentó a un 30%. En septiembre, cuando retrocedió a 58, no cortó pérdidas, porque la tendencia alcista no se rompió.
En enero del año siguiente, el precio subió a 700 dólares, ¡14 veces más! Y volvió a ganar 3 millones de dólares.
Dinero y humanidad: la última puñalada de Wall Street
Durante los siguientes treinta años, Leonardo continuó su historia de dinero y amor. Creó un negocio de trading formal, ganando 15 millones de dólares y empleando a 60 personas en una oficina enorme. En 1925, ganó 10 millones en trigo y maíz. En 1929, con la gran caída, obtuvo otros 100 millones en cortos.
Pero ese dinero se esfumó en divorcios, impuestos y excesos.
Tras un largo divorcio de su primera esposa, se casó con Dorothy, una bailarina del Zeigfeld Follies. Tuvieron dos hijos, pero también mantuvo una relación ambigua con la actriz de ópera Anita Venice, incluso nombrando su yate con su nombre. Dorothy se volvió alcohólica y en 1931 se divorciaron, recibiendo 10 millones de dólares de liquidación, y vendiendo su mansión, comprada por 350,000 dólares, por solo 22,200.
En 1932, a los 55 años, conoció a Harriet Metz Noble, de 38. Ella quizás malinterpretó su situación financiera — en realidad, ya debía 2 millones de dólares. Tras su última bancarrota en 1934, ambos tuvieron que abandonar su apartamento en Manhattan y sobrevivieron vendiendo joyas.
The New Yorker comentó: “Leonardo era preciso como un bisturí en el mercado, pero ciego en el amor. Toda su vida hizo cortos en el mercado, pero siempre largos en el amor — y ambas cosas lo llevaron a la bancarrota.”
El final: disparos y testamento
En noviembre de 1940, Harriet se suicidó en un hotel usando la misma pistola que Leonardo, dejando una nota que decía “No puedo soportar la pobreza y su alcoholismo”. Un año después, la noche de Acción de Gracias, en el armario del hotel Shelley-Holland en Manhattan, se escuchó un disparo.
El de 63 años, Leonardo, terminó con su vida con la misma pistola Colt .32 que compró tras su gran operación en 1907. Parecía un cierre del destino.
Escribió en una nota:
“Mi vida ha sido un fracaso”
“Estoy cansado de luchar, no puedo más”
“Es la única salida”
Solo llevaba 8.24 dólares en efectivo y un boleto de carreras vencido. Solo 15 personas asistieron a su funeral, entre ellas dos acreedores. Su lápida inicialmente quedó vacía, hasta que en 1999, un grupo de fans financió una inscripción que decía:
“Su vida demostró que la hoja más afilada del trading termina clavándose en uno mismo.”
Reflexión final: ¿Qué dejó Leonardo?
Leonardo vivió en altibajos, y sus reglas de trading son leyenda. Aunque su vida terminó en tragedia, sus insights sobre mercados y humanidad siguen siendo relevantes:
“Wall Street no ha cambiado. La cartera cambia, las acciones cambian, pero Wall Street nunca cambia, porque la naturaleza humana no cambia.”
“Para ganar mucho dinero, hay que esperar, no operar constantemente.”
“El mercado solo tiene una dirección: no es alcista ni bajista, sino la correcta.”
“La especulación es el juego más fascinante del mundo, pero los tontos no deben jugar, los perezosos no deberían, y los frágiles mentalmente no pueden.”
La tragedia de Leonardo no fue por falta de habilidad, sino por su exceso de confianza en sus debilidades humanas. Podía predecir con precisión los mercados, pero no sus propios deseos. Su historia recuerda a cada trader: controlar el mercado es mucho más fácil que controlar uno mismo. La primera lección del riesgo es gestionar la propia mente.
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De 5 dólares a millonario: la leyenda de Wall Street y autodestrucción de Leverage
Prólogo: La paradoja del genio
En la historia, pocos traders han sido como Leonardo, capaz de dominar los mercados financieros y, al mismo tiempo, fracasar en las decisiones de su vida personal. Su historia es un clásico para Buffett, Soros y otros magnates de la inversión; sus reglas de trading aún son estudiadas por equipos de trading cuantitativo. Pero al final, este oso de Wall Street terminó su vida en el armario de un hotel. No solo es una tragedia personal, sino una parábola sobre cómo la humanidad y los deseos pueden devorar a un talento.
La fuga de la granja: 14 años y 180 dólares en el bolsillo
Nacido en 1877, Leonardo pasó su infancia en una granja pobre en Massachusetts. A los 3 años ya sabía leer, a los 5 leía la sección financiera; estas señales indicaban que no era un simple campesino. Pero la actitud rígida de su padre complicó todo: insistía en que el niño heredara la granja.
El secreto de su madre cambió todo. Reunió 5 dólares (equivalente a unos dólares actuales) y en la primavera de 1891 ayudó a su hijo, con solo 14 años, a escapar de la granja, viajando en tren a Boston. No fue una huida ciega, sino una apuesta de su madre por su talento.
Al llegar a la bulliciosa ciudad, Leonardo no siguió el plan de su madre de acudir a parientes, sino que se quedó fascinado con una serie de números frente a la oficina de Paine Webber. Con una apariencia algo madura, consiguió un trabajo como anotador en la pizarra de cotizaciones. Desde ese puesto, se sentó la primera piedra de un imperio de trading.
De anotador a trader: los secretos tras los números
El trabajo en Paine Webber parecía simple, pero fue su despertar. Su talento matemático le permitió descubrir patrones en los números:
El precio de las acciones de la Unión del Pacífico siempre mostraba movimientos similares en ciertos momentos, como si fueran impulsados por “mareas invisibles”; las correcciones de las acciones solían ser 3/8 del movimiento previo hacia arriba, un patrón recurrente; las órdenes de compra grandes siempre estaban respaldadas por niveles psicológicos específicos.
Estas observaciones sentaron las bases del análisis técnico moderno. A los 16 años, Leonardo decidió dejar Paine Webber y entrar en un mercado de contratos de diferencia (una forma temprana de derivados). Con 5 dólares, su primera operación le reportó 3.12 dólares de ganancia. Poco después, con solo 20 años, ganó 10,000 dólares en un mercado de apuestas en Boston (equivalente a unos @E5@ dólares actuales), ganándose una fama que le llevó a ser bloqueado por la unión de casas de apuestas locales.
Era como un joven prodigio que ganaba demasiado en un casino y, finalmente, fue prohibido: Leonardo se convirtió en uno de los primeros “traders no bienvenidos” de Wall Street.
Fracaso en Nueva York: joyas de la esposa y bancarrota
En 1899, con 23 años, Leonardo se mudó a Nueva York, un escenario aún mayor. Allí conoció y se casó con Nattie Jordan, una joven india. Pero la complejidad del centro financiero superaba a Boston. Dependiendo de datos automáticos de mercado, sin notar que estos estaban retrasados en 30-40 minutos respecto a las cotizaciones en tiempo real, cometió un error fatal.
Menos de un año después, sufrió su primera bancarrota. Para recuperarse, pidió a su esposa que pignorara las joyas que le había comprado. Ella se negó, y su matrimonio empezó a deteriorarse en los siguientes siete años. No fue solo una crisis económica, sino la primera gran derrota de un genio en la realidad.
Terremoto y venta en corto: un cambio en Wall Street
Tras años de estabilidad, en 1906 Leonardo acumuló 100,000 dólares. Pero empezó a cuestionar su conservadurismo. Durante unas vacaciones en Palm Beach, un evento histórico cambió su rumbo.
El 18 de abril de 1906, un terremoto de magnitud 7.9 sacudió San Francisco, seguido de un gran incendio. La Union Pacific, principal transporte del oeste, enfrentaba pérdidas enormes. El mercado esperaba que las acciones subieran por la reconstrucción, pero Leonardo vio lo contrario:
El terremoto redujo drásticamente el volumen de carga de la línea; las aseguradoras tendrían que pagar, vendiendo acciones; los informes financieros serían muy por debajo de las expectativas.
No empezó a vender en corto de inmediato. Esperó a que el precio alcanzara niveles técnicos clave, y luego, mediante varias corredurías, fue formando posiciones cortas en fases, usando apalancamiento moderado y controlando estrictamente cada operación. El proceso se dividió en tres etapas:
De abril a mayo, compró en torno a 160 dólares; en junio, tras publicar resultados negativos, rompió el soporte de 150 y aumentó su posición; en julio, cuando el pánico se extendió y el precio cayó cerca de 90 dólares, cerró con ganancias de más de @E5@ millones, equivalente a unos millones actuales.
Esta operación reflejó la filosofía central de Leonardo: combinar análisis fundamental con señales técnicas, aprovechar la información, gestionar riesgos con paciencia y actuar con decisión.
La crisis de 1907: la legendaria batalla de 3 millones de dólares
En otoño de 1907, Leonardo descubrió que Trust de Nueva York usaba apalancamiento para invertir en bonos basura, y que la tasa interbancaria subía del 6% al 100%, señal de una crisis de liquidez. Se disfrazó de cliente para investigar y confirmó que varias trust tenían pésima calidad de activos.
En octubre, vendió en corto en varias corredurías acciones clave como Union Pacific y US Steel. Tras cuestionar públicamente la solvencia de Nickeburg Trust el día 14, en tres días esa trust quebró, extendiendo el pánico.
El 22, antes del cierre, vendió en masa, usando la “técnica de pirámide” (seguir agregando en ganancias), activando stops automáticos. El 24, el presidente de la NYSE le suplicó que parara, advirtiendo que el mercado colapsaría. El Dow cayó un 8%, y J.P. Morgan intervino de emergencia.
Justo una hora antes de que Morgan inyectara capital, Leonardo liquidó el 70% de sus cortos, y a fin de mes, quedó completamente en cero. Ganó 3 millones de dólares, unos @E5@ millones actuales. En una semana, pasó de ser un trader conocido a una leyenda.
Su respuesta fue fría y sarcástica: “El mercado necesita una limpieza a fondo.”
La estafa del algodón: la autoinfligida penitencia del genio
Pero incluso los genios pueden ser cegados por sus deseos. En los años 1910, Leonardo conoció a Teddy Price, un experto en algodón. Este, aparentemente optimista con el algodón, en secreto apostaba en contra con los productores. Aprovechó la necesidad de Leonardo de “demostrar su capacidad de arbitraje entre mercados”, alimentando la idea de “escasez de oferta”.
Aunque Leonardo descubrió que la realidad era opuesta a los datos, creyó en su amigo y mantuvo una posición larga de 300 millones de libras de futuros de algodón, mucho más allá de lo prudente. Al final, perdió 3 millones de dólares, borrando toda la ganancia de 1907 en corto. La derrota le obligó a cerrar otras posiciones, y en 1915-1916 quebró en varias ocasiones.
Violó sus propias tres leyes de oro: no confiar en consejos ajenos, no cubrir pérdidas, y no dejar que la narrativa supere a las señales de precio. Más que ser engañado, fue una autoinfligida penitencia — o, en términos de juego, un “all-in” que salió mal.
Renacer de las cenizas: de 5,000 a 3 millones
Tras la derrota en el algodón, Leonardo solicitó protección por bancarrota, conservando solo 5,000 dólares para vivir. Con un crédito secreto de su antiguo rival Daniel Williamson, empezó a operar, pero con la condición de que todas las operaciones las realizara él mismo, lo que en realidad era un control, y le obligó a establecer disciplina en sus operaciones. Se vio forzado a usar un apalancamiento de 1:5 (antes usaba 1:20), limitando cada posición al 10% del capital total.
Estas restricciones, en realidad, lo salvaron.
Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, aumentaron los pedidos militares en EE.UU. La información no publicada de Bethlehem Steel se filtró, y el volumen subió mucho sin que el precio se moviera, señal de acumulación. Partiendo de 5,000 dólares en julio de 1915, compró con un 5% de su capital a unos 50 dólares. En agosto, al superar los 60, aumentó a un 30%. En septiembre, cuando retrocedió a 58, no cortó pérdidas, porque la tendencia alcista no se rompió.
En enero del año siguiente, el precio subió a 700 dólares, ¡14 veces más! Y volvió a ganar 3 millones de dólares.
Dinero y humanidad: la última puñalada de Wall Street
Durante los siguientes treinta años, Leonardo continuó su historia de dinero y amor. Creó un negocio de trading formal, ganando 15 millones de dólares y empleando a 60 personas en una oficina enorme. En 1925, ganó 10 millones en trigo y maíz. En 1929, con la gran caída, obtuvo otros 100 millones en cortos.
Pero ese dinero se esfumó en divorcios, impuestos y excesos.
Tras un largo divorcio de su primera esposa, se casó con Dorothy, una bailarina del Zeigfeld Follies. Tuvieron dos hijos, pero también mantuvo una relación ambigua con la actriz de ópera Anita Venice, incluso nombrando su yate con su nombre. Dorothy se volvió alcohólica y en 1931 se divorciaron, recibiendo 10 millones de dólares de liquidación, y vendiendo su mansión, comprada por 350,000 dólares, por solo 22,200.
En 1932, a los 55 años, conoció a Harriet Metz Noble, de 38. Ella quizás malinterpretó su situación financiera — en realidad, ya debía 2 millones de dólares. Tras su última bancarrota en 1934, ambos tuvieron que abandonar su apartamento en Manhattan y sobrevivieron vendiendo joyas.
The New Yorker comentó: “Leonardo era preciso como un bisturí en el mercado, pero ciego en el amor. Toda su vida hizo cortos en el mercado, pero siempre largos en el amor — y ambas cosas lo llevaron a la bancarrota.”
El final: disparos y testamento
En noviembre de 1940, Harriet se suicidó en un hotel usando la misma pistola que Leonardo, dejando una nota que decía “No puedo soportar la pobreza y su alcoholismo”. Un año después, la noche de Acción de Gracias, en el armario del hotel Shelley-Holland en Manhattan, se escuchó un disparo.
El de 63 años, Leonardo, terminó con su vida con la misma pistola Colt .32 que compró tras su gran operación en 1907. Parecía un cierre del destino.
Escribió en una nota:
“Mi vida ha sido un fracaso” “Estoy cansado de luchar, no puedo más” “Es la única salida”
Solo llevaba 8.24 dólares en efectivo y un boleto de carreras vencido. Solo 15 personas asistieron a su funeral, entre ellas dos acreedores. Su lápida inicialmente quedó vacía, hasta que en 1999, un grupo de fans financió una inscripción que decía:
“Su vida demostró que la hoja más afilada del trading termina clavándose en uno mismo.”
Reflexión final: ¿Qué dejó Leonardo?
Leonardo vivió en altibajos, y sus reglas de trading son leyenda. Aunque su vida terminó en tragedia, sus insights sobre mercados y humanidad siguen siendo relevantes:
“Wall Street no ha cambiado. La cartera cambia, las acciones cambian, pero Wall Street nunca cambia, porque la naturaleza humana no cambia.”
“Para ganar mucho dinero, hay que esperar, no operar constantemente.”
“El mercado solo tiene una dirección: no es alcista ni bajista, sino la correcta.”
“La especulación es el juego más fascinante del mundo, pero los tontos no deben jugar, los perezosos no deberían, y los frágiles mentalmente no pueden.”
La tragedia de Leonardo no fue por falta de habilidad, sino por su exceso de confianza en sus debilidades humanas. Podía predecir con precisión los mercados, pero no sus propios deseos. Su historia recuerda a cada trader: controlar el mercado es mucho más fácil que controlar uno mismo. La primera lección del riesgo es gestionar la propia mente.