A las tres de la madrugada, el sonido de una notificación me despertó de golpe.

Al mirar el móvil, vi que Aje me había mandado más de diez mensajes de voz, todos con la voz temblorosa: "Hermano... he vuelto a petarlo. Es la cuarta vez este mes. Mi novia me ha preguntado por qué tengo la mitad de ahorros, ¿cómo se lo explico...?"

Me mandó una captura: el saldo de su cuenta había bajado de 5000U a 3400U. En la casilla de observaciones ponía "entrada piso matrimonio", lo que me puso los pelos de punta.

El año pasado este chaval se acababa de comprometer. Su novia no sabe que invierte en criptomonedas, piensa que tiene el dinero en productos financieros conservadores. Pero escuchó que los contratos podían duplicar rápidamente, compró alto y se quedó pillado, intentó hacer de cazagangas y lo perdió todo, hasta los calzoncillos.

No le consolé. Fui directo: "¿Vas a seguir apostando hasta ni poder casarte? ¿O vas a dedicar tiempo a aprender algo de verdad?"

Se quedó dos minutos en silencio y respondió: "Hermano, enséñame. No quiero perder."

Medio año después. En la boda.

Aje, trajeado, me mandó un vídeo abrazando a la novia. En la pantalla del móvil, el saldo de la cuenta marcaba 120387U.

Las palabras "sin liquidaciones" escritas en el chat, seguidas de un montón de signos de admiración.

No solo consiguió reunir la entrada del piso, sino que la boda fue por todo lo alto.

Llevo ocho años moviéndome en este mercado. He visto a demasiada gente tratar el mundo cripto como un casino y acabar perdiéndolo todo.

Pero los que realmente sobreviven y ganan dinero no son los jugadores con suerte. Son los traders que llevan el control de riesgos grabado a fuego.

La remontada de Aje no fue cuestión de milagros, sino de tres principios tan simples que aburren.

Si la gente normal los sigue, al menos evitarán el 90% de las trampas.