Puede que nadie lo crea si lo cuento, pero esa fue la “matrícula” real que pagué en el mercado cripto. Aquella oleada bajista llegó feroz y de repente, los números de la cuenta caían como si alguien hubiera pulsado el avance rápido. Cada día vigilaba las velas del gráfico, con las manos sudorosas, y una sensación de impotencia en el pecho —como estar de pie al borde de un acantilado, viendo cómo las rocas bajo tus pies se desprenden una a una.
En el peor momento, ni siquiera me atrevía a mirar el móvil. En casa no paraban de aconsejarme que lo dejara, y los mensajes de los amigos en WeChat cada vez eran menos. Durante ese tiempo, estaba completamente insensible, tumbado en la cama con los ojos abiertos hasta el amanecer, con un solo pensamiento en la cabeza: se acabó, estoy acabado del todo.
El punto de inflexión llegó de repente. Un día vi una frase: “Perderlo todo no es el final, lo peor es resistirse a aceptar la realidad.” Me quedé paralizado, la leí una y otra vez. Claro, aún tenía 3500U en la cuenta, aún no estaba en cero, ¿por qué iba a rendirme?
Me puse la norma más sencilla: la mitad del capital en estrategias conservadoras, la otra mitad en pequeñas posiciones de prueba; no ser codicioso con cada ganancia, cortar pérdidas cuando sea necesario, sin dudar. La primera semana gané unos cientos de U, la segunda semana sumé otro poco, y así, poco a poco, en algo más de dos meses logré superar los 40.000.
No hay ningún truco misterioso, ni información privilegiada. Es cuestión de mantener el ritmo y controlar la avaricia. Viéndolo en retrospectiva, en este mercado sobran las oportunidades, pero los que sobreviven son los que saben controlarse y ver la situación con claridad.
Deja de pensar en recuperarlo todo de un solo golpe. Controla tu posición, mantén tu propio ritmo, el tiempo te dará la respuesta.
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Tres millones, así de simple, se esfumaron.
Puede que nadie lo crea si lo cuento, pero esa fue la “matrícula” real que pagué en el mercado cripto. Aquella oleada bajista llegó feroz y de repente, los números de la cuenta caían como si alguien hubiera pulsado el avance rápido. Cada día vigilaba las velas del gráfico, con las manos sudorosas, y una sensación de impotencia en el pecho —como estar de pie al borde de un acantilado, viendo cómo las rocas bajo tus pies se desprenden una a una.
En el peor momento, ni siquiera me atrevía a mirar el móvil. En casa no paraban de aconsejarme que lo dejara, y los mensajes de los amigos en WeChat cada vez eran menos. Durante ese tiempo, estaba completamente insensible, tumbado en la cama con los ojos abiertos hasta el amanecer, con un solo pensamiento en la cabeza: se acabó, estoy acabado del todo.
El punto de inflexión llegó de repente. Un día vi una frase: “Perderlo todo no es el final, lo peor es resistirse a aceptar la realidad.” Me quedé paralizado, la leí una y otra vez. Claro, aún tenía 3500U en la cuenta, aún no estaba en cero, ¿por qué iba a rendirme?
Me puse la norma más sencilla: la mitad del capital en estrategias conservadoras, la otra mitad en pequeñas posiciones de prueba; no ser codicioso con cada ganancia, cortar pérdidas cuando sea necesario, sin dudar. La primera semana gané unos cientos de U, la segunda semana sumé otro poco, y así, poco a poco, en algo más de dos meses logré superar los 40.000.
No hay ningún truco misterioso, ni información privilegiada. Es cuestión de mantener el ritmo y controlar la avaricia. Viéndolo en retrospectiva, en este mercado sobran las oportunidades, pero los que sobreviven son los que saben controlarse y ver la situación con claridad.
Deja de pensar en recuperarlo todo de un solo golpe. Controla tu posición, mantén tu propio ritmo, el tiempo te dará la respuesta.