Hace unos días, Musk lanzó una frase contundente en Twitter: ¿Guerra? Inevitable, como mucho en 5 años, como máximo en 10.

Dicha por él, la cosa pesa diferente. La gente normal se preocupa por cómo va a pagar la hipoteca el mes que viene; él, en cambio, está pendiente de hacia dónde se dirigen los pedidos militares globales, cómo se redibuja el mapa energético, quién controla el discurso tecnológico. Cohetes, satélites, IA, redes sociales... Tener todas esas cartas en la mano y hablar de una “gran guerra” como si fuera una cuenta atrás, ¿es que realmente es pesimista, o está allanando el camino para alguna tendencia?

¿Y lo más inquietante? No es si ha acertado o no con el año en que pasará, sino que ahora oímos frases como “el conflicto es inevitable” y nos parecen casi normales. La tecnología avanza cada vez más, las armas son más precisas, pero los ánimos de la gente arden con solo unas pocas palabras.

Lo más escalofriante está aquí: cuando oyes a alguien predecir que se avecina una gran guerra, ¿cuál es tu primer pensamiento? Seguramente: “¿Dónde pongo mis activos?”