La operación de la Reserva Federal la semana pasada fue como montar en una montaña rusa gratis. Primero bajaron los tipos de interés al 3,75%-4,00%, todos pensaron que iban a inyectar liquidez, pero luego Powell salió diciendo que “hay que seguir vigilando la inflación” y las bolsas estadounidenses se desplomaron al instante. Detrás de este vaivén, hay algo que muchos no han entendido: el sistema tradicional de “anclar expectativas” está fallando, y la ventana de oportunidad para el mercado cripto podría haberse abierto silenciosamente.

**¿A dónde va el dinero?**

Al observar de cerca los mercados tradicionales últimamente, la sensación es clara: el dinero parece estar en un cubo con fugas. La Reserva Federal baja tipos e intenta inyectar liquidez, pero al mismo tiempo asusta el apetito por el riesgo con declaraciones duras, provocando que el capital dé vueltas entre bolsa y bonos sin encontrar un lugar seguro donde asentarse. Si miramos la historia, durante la crisis de las hipotecas subprime en 2008 o la pandemia de 2020, cada vez que el sistema financiero tradicional tuvo problemas, los activos descentralizados como las criptomonedas se convirtieron en la “alternativa” para el capital.

Esta vez, además, el récord de cierre del gobierno estadounidense añade más complejidad: en apariencia es un problema presupuestario, pero en realidad está minando silenciosamente la confianza en la moneda fiduciaria. Cada vez más instituciones y minoristas están incluyendo en sus carteras activos como bitcoin, que “no dependen de ningún país”, básicamente para protegerse del riesgo de “políticas impredecibles”. Al fin y al cabo, la descentralización significa que nadie puede pulsar el botón de pausa a voluntad, y esa certeza se ha convertido en algo escaso en el momento actual.

En definitiva, cuando las reglas del juego en los mercados tradicionales se vuelven difusas, los activos que no están controlados por un solo poder se convierten en el nuevo destino del capital. Este movimiento no es fruto de la especulación, sino el resultado de que el propio mercado vota con los pies.